sábado, 6 de marzo de 2010

Bajada a los dulces infiernos.

-Yo... ya no puedo más ¡estoy reventada! - dijo entre risas embriagadas en aquel portal ruidoso.
-La noche no ha terminado.
-Por favor, vamonos a casa - contestó y le besó con suavidad, como si quisiese capturar ese momento. Sus manos se encontraron y se hacian cosquillas en la nariz.
-Está bien, pero antes ya sabes lo que toca ¿eh? - se insinuó y puso cara de niña buena.
-¡No me vengas con la tradición de nuevo!
-Será sólo un momento - sonreia mientras le tiraba del brazo.
-Vale... pero luego nos vamos.

-¡Hola! Pon 2 de tequila, gracias.
-Esto es una locura.
-Es una tradición. - fingió estar seria y se llevó la mano derecha al corazón.
-Eres una payasa.
-Y por eso te encanto.

Casi una hora más tarde estaban ya acostadas en la cama, recien duchadas y agotadas de estar toda la noche acariciando notas musicales, vagando por las calles y cantandole al mar.
-Oye... te quiero, ¿lo sabes, no?
-Claro que lo se. Eres genial. Te quiero son dos palabras que se dicen a diario, asique te adoro.
-Touché.

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