sábado, 20 de marzo de 2010

Cada vez que te recuerdo.

"Es una pena que pensando siempre en un mañana nos olvidemos de vivir el presente. Y el qué dirán, y qué será de mi, no saber si sería capaz de sentar la cabeza en algún momento. Es extraño, porque me siento afortunada por ese sentimiento. Se que sostengo un delgado equilibrio fácil de quebrar y, aun así, me acuesto cada noche emocionada por no tener escrito un mañana."

Se dio cuenta de que pensaba esto, de que le encantaba ser libre como el viento el día que cumplió dieciseis años. Esa mañana de verano le despertó su padre sin querer muy temprano, intentando colocar en su cuarto una pancarta de feliz cumpleaños, pero se hizo la dormida para que fuese una sorpresa después. Su padre era dulce, como un niño pequeño y agobiado por todo. Cuando su padre salió de su habitación reía dulcemente bajo la sábana. Se estiró como un gató a lo largo de la cama y de un salto fue al salón. Se sentía poderosa, creía tener el control y respiraba una falsa y podrida felicidad. Después de 2 años de intensa amistad, se sentía con fuerzas suficientes como para gritarle al mundo entero el nombre de quien tenía en la mente cuando se iba a dormir, y sobre todo, gritarselo a él.
...
En el reloj de la estación dieron las 6:07 de la mañana cuando se acostó en el suelo con el billete en la mano, en la parte de atrás de las vías. No pudo evitar llorar y fue cuando su mente vomitó todo el amor, fue la primera vez que le rompían el corazón.

"Meses después no puedo evitar pensar que aun te echo de menos, y que este menos vaya aun a más. Ya ves, no lo he podido aceptar.Encontré mil razones para odiarte y mil para quererte."

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