lunes, 28 de marzo de 2011

Susan Derges - "The Observer and the Observed"

Hay una luz que nunca se apaga.

Y cada día, que baila y huye entre mis dedos, me hace ver que merece la pena sólo por esa luz.
A veces es tenue y finita, pero siempre vuelve.
Quizá me he sentido a oscuras en muchos momentos, pero acabo iluminada aunque sea efímero.
Y ahora, joder, ¡voy mereciéndome un poquito de sol!
Que nuestra sombra se alargue por kilómetros y recorra el mundo.
Sois eternos.

martes, 22 de marzo de 2011

Anhedonía, la palabra más horrible que suena más preciosa.

El tiempo pasa asombrosamente deprisa delante de mis ojos. Y me siento como una niña embobada delante de la caja tonta, mientras las agujas del reloj hacen una carrera sin tu consentimiento.
Mira, joder, mira donde estás, mira a donde has llegado, mira lo que tienes.
Pero sigo rota e insatisfecha, la autodestrucción me come por dentro, me engulle mientras, una pequeña parte de mi bipolar cerebro lucha por la vida sin muchas esperanzas ni ilusiones.
Anhedonía. Jamás olvidaré la primera vez que leí esa palabra. Y, sin saber aún qué significaba me enamoré de ella, anhedonía...
Tampoco olvidaré el momento en el que supe qué significaba esa palabra, y recordé que cuando la había visto por primera vez se estaba refiriendo a mi, y por eso también me enamoró.
La anhedonía es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Se considera una falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros. Constituye uno de los síntomas o indicadores más claros de depresión, aunque puede estar presente en otros trastornos, como por ejemplo, en algunos casos de demencias.
Y ahí sigue viviendo, en un rinconcito de mi roído pecho.

jueves, 17 de marzo de 2011

Intento que no digan nada, nada siempre es toda la verdad, nada significa nada.

Y rompo las promesas que me hice a mi
Prometo pensar en ti, ahora prometo sólo pensar en ti...
Y el aire que me sobra alrededor, el tiempo que se queda en nada.
Nunca más escucharé tu voz, ¡energía nunca liberada!
Promesas que se perderán en estas cuatro paredes...
...¡como lágrimas en la lluvia se irán!

lunes, 14 de marzo de 2011

Promesas que no valen nada.

Prometo no mandar más cartas y no pasar por aquí. Prometo no llamarte mas y no inventar ni mentir. Prometo no seguir viviendo así, prometo no pensar en ti. Prometo dedicarme solamente a mi. Prometo que a partir de ahora lucharé por cambiar, prometo que no me verás que no voy a molestar... Y sabes que lo digo de verdad, que no voy a fallarte en nada. Que tengo mucha fuerza de voluntad, que no te fallaré en nada... ¡Prometo no seguir así, prometo que no voy a pensar en ti, prometo dedicarme solamente a mi!

domingo, 13 de marzo de 2011

Lección número uno de Filofobia.


Y de mis ganas de morirme, de mi cuerpo desgastado, de mi pecho oprimido, del diazepam, lexatin, valium, y dormidina, de mis perdiciones, de mis derrotas, de mis alas partidas, de mi rumbo desviado, de mis ideas autodestructivas selectivas, de la inocencia que queda en mí. Hoy, hablemos de mi, hablemos del problema.

viernes, 11 de marzo de 2011

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Es curioso cómo funciona la mente humana. O al menos, yo pensaba que todas eran así, pero espero que no. Así que es curioso cómo funciona mi mente. Pasé unos meses ambiguos, fría y casi sin ningún sentimiento importante o agobiante. Y me sentía bien así, relajada, aunque el tiempo pasaba demasiado deprisa gracias a la rutina, pero no me importaba y me dejaba llevar. Pero una mañana, una maldita mañana, desperté y todas las piezas que tenía en mi cabeza, sueltas y bailoteando felices de no estar conectadas, se juntaron. Hicieron el puto puzzle. Abrí los ojos y se me cayó la venda. Todo estaba mal, iba en mala dirección, iba guiada a la vida que nunca quise llevar. Rompí a llorar silenciosamente y me entraron unas nauseas insoportables y para no ser notada, salí de puntillas al pasillo. Al ver que estaba sola en casa anduve más rápido hacia el baño. Tres o cuatro arcadas después, me puse delante del lavabo, me miré en el espejo y eché agua fría sobre mi cara. Rompí a llorar otra vez, no quería entrar en la ducha, vestirme, prepararme el desayuno, limpiar la cocina, hacerme un porrillo, ver la tele, comer e ir a clase hasta que sean las malditas diez de la noche, llegar a casa, cenar, otro porro y a dormir. Por que era así, día tras día una y otra vez. Quería salir corriendo hasta la casa de mis padres y dormir unos cuatro o cinco días mientras recibía algunos mimos y caprichos. Sí, eso sonaba bien. ¡No! ¿Acaso vas a volver a ser así de débil?- me dije rápidamente. "Está bien, unos días más y pronto será fin de semana. Sólo es... martes. Prff... Vamos."
Preparé todo lo necesario para soportar una dosis de seis horas de dolorosa monotonía.
"Pero... ¡si a mi me encanta esta monotonía! Levantarme de buen humor, poner música a todo volumen mientras me hago la comida, ¡ir a hacer retratos a clase y quizá una interesante conversación antes de ir a dormir acompañado de dosis aromáticas!"
Me odié de nuevo por haber querido escapar. Llegué a mi refugio, mi gran centro, y allí me sentí descolocada y mareada. Asqueada y asquerosa. Resaltaban defectos y me tomaba cada gesto, mirada o palabra como un ataque. Volvía a necesitar escapar. No podía más, se me aceleró el pulso, la vista se me quedó completamente nublada, brazos inmóviles y boca pastosa. No recuerdo los siguientes treinta minutos, lo siguiente que recuerdo es estar en un taxi con mi fiel protectora diciéndole al conductor que fuese al hospital por la quinta avenida.

Nadie sería capaz de negarlo.


Resulta irónico, las caricias más intensas te las he dado con palabras y el orgasmo más estremecedor, con una simple mirada.

jueves, 10 de marzo de 2011

Febrerito loco.

Siempre odié febrero. Cuando era pequeña, renegaba de tener que estar soportando el frío y la lluvia, intercalados con días de exagerado sol y mi madre me cantaba algo así como "febrerito loco, febrerito loco" y luego, cómo siempre que me quejaba de algo, me hacía pedorretas en la barriguita y me decía que la vida, simplemente, era así de difícil. Yo no entendía por qué habían hecho el mundo con tantas imperfecciones. Y febrero, sin dudarlo, siempre ha sido una de las mayores.
No es que no haya tenido días buenos en febrero, por supuesto que sí, pero siempre tenía un nubarrón gris en la cabeza y por unas poquitas cosas buenas, sucedían miles de desgracias. Siempre, todos los febreros. O esa es la sensación que me deja este amargo mes.
Marzo, en cambio, siempre es el principio de. De lo que sea, pero en marzo se inician grandes acontecimientos.
Y como una niña de cinco años la noche de reyes, tengo el corazón acelerado, las pupilas dilatadas e imagino sin parar los regalos que, cuando esta larga noche acabe, tendré dispuestos para mi.