lunes, 28 de marzo de 2011

Hay una luz que nunca se apaga.

Y cada día, que baila y huye entre mis dedos, me hace ver que merece la pena sólo por esa luz.
A veces es tenue y finita, pero siempre vuelve.
Quizá me he sentido a oscuras en muchos momentos, pero acabo iluminada aunque sea efímero.
Y ahora, joder, ¡voy mereciéndome un poquito de sol!
Que nuestra sombra se alargue por kilómetros y recorra el mundo.
Sois eternos.

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