miércoles, 10 de marzo de 2010

be ps.

Encendí todas las velas del altar y cerré fuerte los ojos, pero no conseguí librarme de aquel ser que me gritaba desde la otra habitación.
Fui hasta él, perpleja, cansada y asustada. Descubrí similitudes, un pasado díficil que luchaba por hacer inestable este presente.
Espacio y tiempo. Miré mis manos agrietadas, cansadas, con moratones y arañazos, ladeé la vista para observar las suyas y no encontré diferencia alguna.
Sus profundos ojos marrones, ausentes y vacios me mostraban una ansiedad imposible de explicar. Impotencia, melancolia, deseo, desconcierto.
Busqué nerviosa mi reflejo para encontrar ese mar a escala, un precipicio sin principio ni final que no era nuevo para mi.
Tenia los labios curvados en un gesto de desesperación, secos, los labios más secos que pude ver, frios y hostiles. Los entreabrió y no emitió sonido alguno, parecía como si se lo llevase todo el suelo, como si la fuerza de gravedad fuese tan grande que se le caian las silabas de la boca sin poder hacer nada y desaparecian entre manchas en la sábana, alfombras arrugadas, pañuelos usados y restos de alcohol.
No pude evitar desplomarme cuando esperaba una respuesta que no llegaba nunca.
¿Por qué? ¿por qué no paras? ¿por qué sigues con la misma guerra perdida hace años?

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