viernes, 2 de abril de 2010

Tantas horas... ¿perdidas?



Nadie se paró a pensar en el gran ejercicio de contemplación que hizo durante tantos. Mirar para ver, y volver a mirar para volver a ver. Así una y otra vez, días negros, blancos, días grises. No importaba el adjetivo que saliese de las bocas de nuestros duros jueces, pues en nuestro particular Nirvana todo desaparecía. El sonido se teñia desgastado fielmente agarrado a nuestras silabas. Y no había momento en el que mirasemos el reloj, pues el tiempo es juez y parte y muchas veces la jugó. Nos enfadabamos y poniamos de morros si alguien se atrevía a ocupar nuestro lugar, pues era imposible que nadie lo usase tan bien como nosotros, y ni siquiera fue nunca nuestro...

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